La Economía, es la ciencia de la elección. Estudia la asignación racional y paretiana (no debe haber un perdedor) de los recursos escasos, entre opciones alternativas; que realizan los individuos con necesidades y deseos ilimitados. El mejor mecanismo, de tal asignación, es el mercado competitivo (que la Teoría Económica representa a través del Modelo Teórico de Mercado de Competencia Perfecta). Tal modelo, es la representación del marco ideal o perfecto de organización de una economía; en base a supuestos básicos útiles para identificar y resolver los problemas de los mercados reales. Por naturaleza, los individuos son libres y toman decisiones racionales; sin embargo, no todas ellas son paretianas; por lo que es necesario establecer una institucionalidad que lo garantice; siendo el Estado, el encargado de construirlo; teniendo como modelo orientador el escenario competitivo. Si los recursos no fueran escasos y/o si los individuos la asignaran, de manera natural, racional y paretianamente; entonces, no serían necesarios la ciencia económica ni los Economistas. Lo que es observable en los mercados reales es un conjunto de “fallos de mercado” (asignación irracional y/o no paretiana de recursos escasos); las mismas que requieren de compensaciones, soluciones, correcciones y/o regulaciones a través de políticas públicas. Uno de los fallos de mercado es el carácter cíclico del desenvolvimiento económico; aún cuando se tenga una buena institucionalidad. Los ciclos son provocados por acontecimientos inesperados, de diversa índole, o shocks (económicos, meteorológicos, histórico-sociales, etc.). La historia económica registra que la mayor ocurrencia de los ciclos, especialmente los sobrecalentamientos y recesiones, han sido provocados por los Estados; a través de distorsiones o “fallos del Estado”. Las últimas crisis financieras y económicas (especialmente la asiática de 1997, y la de EEUU del presente año), han sido provocados por ausencia o negligencia reguladora de los mercados financieros; en los que están presentes varios fallos de mercado (riesgo y moral hazard, incertidumbre, asimetrías, etc.); y, en cuyos contextos, el comportamiento estratégico de sus agentes (banqueros, financistas, especuladores, etc.) es generalizado y recurrente. Un aspecto básico de los mercados monetarios, financieros y bursátiles es su fuerte interdependencia y solo funcionan bien en base a la confianza que inspira su institucionalidad económica (normas regulatorias, superintendencias, supervisiones, etc.). Basta que una Institución Financiera (IIFF) entre en dificultad para arrastrar al resto del sistema, generando un crack o crisis financiera. Dado que la interdependencia de este sector se acentuaba, por la globalización, era de esperar que los Estados apliquen y coordinen sus políticas de regulación y supervisión. La actual crisis, recién los está obligando a ello. Cuando las crisis financieras son profundas contagian al sector real de la economía. La escasez del crédito, la desintermediación del dinero y la desconfianza (de ahorristas e inversionistas) empujan a las economías a la recesión; con sus consiguientes secuelas de desempleo y deflación. Lo más preocupante es que el “instinto animal” de los empresarios se torna conservador y dejan de liderar el crecimiento económico hasta que se restablezca la confianza. Cuando una economía entra en crisis financiera y/o económica; es difícil que -vía el mecanismo autónomo del mercado- se restablezcan los equilibrios; toda vez que se configuran escenarios de “dilema del prisionero”. Es por ello que, la ciencia económica, gracias al aporte genial de Keynes, prescribe que el Estado debe cumplir un rol estabilizador y de liderazgo; a través de políticas fiscales y monetarias activas o contra cíclicas. Luego de restablecer la normalidad se debe dejar funcionar los mecanismos de mercado, dentro de la adecuada institucionalidad económica pertinente. La forma clásica y eficaz de la política fiscal activa (aumentar el gasto público y reducir tasas de interés) se aplicaron en economías cerradas o con poco comercio externo. En un contexto de mayor integración comercial; la intervención del Estado (vía políticas monetarias de los Bancos Centrales y operaciones de mercado abierto) en la fijación de las tasas de interés, es solo referencial; y, actualmente, es fijada por el global y competitivo mercado financiero. Si la crisis financiera afecta la liquidez, la operatividad del sistema financiero y la confianza; es obligación del Estado estabilizarlo; y, si es necesario, puede asumir directamente algunas instituciones financieras (IIFFs) (para evitar efectos recesivos, el incremento del desempleo y/o estafas masivas a ahorristas y aportantes). Luego, al restablecerse la normalidad, dichas IIFFs deben volver al sector privado. Los Estados de los países ricos, por la gran influencia de sus políticas monetarias y fiscales, son los agentes más importantes del sistema financiero internacional. Si una crisis financiera ocurre por fallos del Estado (distorsiones, negligencia o ausencia de políticas regulatorias), con mayor razón está obligado a cumplir su función estabilizadora; además de la función redistributiva a favor de los sectores sociales golpeados por la crisis. En el contexto teórico y de la crisis descrita, es visible observar que todos los Estados (de los países ricos y emergentes) vienen asumiendo e implementando planes anticrisis. En los marcos de una mejor regulación y supervisión de sus IIFFs; particular importancia están cobrando los fondos de salvataje al sistema financiero (para restablecer la liquidez y la confianza); la asunción de IIFFs por parte del Estado; las reducciones de las tasas de interés referencial –vía políticas monetarias-; un mayor gasto en inversiones de infraestructura (por tener fuertes impactos en el empleo) y un extensivo sistema de subsidios a los pobres y desempleados. Un hecho nuevo, no conocido anteriormente, son los planes de salvataje a determinadas industrias (caso automóviles en EEUU), por tener fuertes eslabonamientos en las economías y para evitar que la recesión y el desempleo se agudicen. Aunque la crisis financiera y económica actual, es mundial; no todos los países son afectados por igual, ni todos tienen similares capacidades de estabilización. En el contexto de la globalización; los países más abiertos, con mayores acuerdos comerciales y capacidades exportadoras pueden evitar fuertes recesiones, y viceversa. Los países con ahorros fiscales, buenas reservas de divisas y disponibilidad de crédito -externo e interno- pueden financiar mejor sus planes anticrisis y viceversa. En el caso del Perú; por tener: una economía abierta, ahorros fiscales, reservas internacionales y disponibilidad de crédito externo (porque el gobierno mantiene la estabilidad y confianza) estamos en mejores condiciones para enfrentar la actual crisis. Sin embargo, hay que construir consensos y cuidar los necesarios liderazgos en lo político (Presidente) y económico (Ministro de Economía). No es correcto financiar determinados efectos de la crisis (caso venta de dólares para evitar alza del tipo de cambio), por ser un shock permanente. El BCR no debe seguir perdiendo sus valiosas reservas de divisas en momentos en que disminuyen las exportaciones, las remesas, el turismo y las inversiones extranjeras. Todo lo contrario, hay que hacer esfuerzos para atraer divisas y dinamizar nuestras exportaciones. Aunque se tiene un Plan anticrisis, financiado con 10 mil millones de soles; su uso debe ser oportuno, orgánico, de calidad y eficaz. No hay que generar expectativas en sectores de productores ni consumidores que tendrán fuerte incentivo para direccionar –parte de esos recursos- hacia sus intereses. Es bueno recordar que los planes anticrisis no son para anular la etapa recesiva del ciclo económico; sino, para atenuarlo y reducir su duración; por lo que será normal afrontar sus secuelas, haciéndose necesario un liderazgo político y económico cauto y creíble. Finalmente, es bueno recordar que la actual crisis y sus impactos deben constituir una gran oportunidad para seguir mejorando la competitividad del país (caso inversiones en infraestructura); avanzar en la reforma del Estado (caso calidad y eficacia en las inversiones públicas); mejorar la regulación de los mercados para hacerlos mas competitivos (caso combustibles y alimentos importados) y ayudar a mejorar nuestra estructura y competitividad productiva transable y no transable (aprovechando la disminución de ciertos costos de producción). Sin duda alguna, el Estado deberá asumir un fuerte compromiso con los afectados (pobres y desempleados), cuyo número aumentara y pueden ser utilizados para fines desestabilizadores; por lo que, sin duda alguna, el gobierno debe prepararse para defender la estabilidad política y nuestro sistema democrático.
(*) Docente UNSAAC. http://davilarojas.blogspot.com