lunes, 31 de mayo de 2010

LA ECONOMíA Y EL NEOLIBERALISMO.

SOBRE CIENCIA E IDEOLOGÍA.

Por: Dr. Carlos A. Dávila Rojas*.


En el léxico de muchos políticos, especialmente de izquierda, las Economías de mercado constituyen una imposición de las ideologías neoliberales. Igualmente; muchos partidos y personalidades democráticas, considerados de derecha, así lo creen. Desde estas apreciaciones, la Economía de mercado competitivo, no seria el modelo teórico de la ciencia económica moderna; sino una imposición ideológica de corte neoliberal. Pero, ¿Qué es el Neoliberalismo; y, qué la Economía?

El termino “neoliberal” es usado de manera distinta por diferentes personalidades y sectores de opinión política, económica e ideológica; intentaremos distinguirlos brevemente. El premio Nobel de Economía del año 2004, Joseph Stiglitz, usa el termino “neoliberal”, para referirse a determinados gobiernos y funcionarios de los organismos multilaterales de desarrollo; como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), quienes creerían religiosa y ciegamente en el “libre mercado”; es decir, en el libre juego de la oferta y demanda y con el Estado “manos fuera de la Economía”. Para sectores de opinión política e ideológica -de raíces marxistas- el termino “neoliberal” es el sinónimo actual de lo que antes significaba “modo de producción capitalista”, “economía burguesa” o “sociedad de explotación del hombre por el hombre”. Determinados sectores de opinión económica, usan a palabra “neoliberal” en oposición a diversos términos, tales como: “economía planificada”, “economía mixta”, “economía keynesiana” o “mercados con regulación del Estado”. Para ciertas enciclopedias e historias del pensamiento económico, hablar de “economía neoliberal” o “economistas neoliberales”, son formas de clasificación de la ciencia y la historia del pensamiento económico; más en un contexto de libertad de expresión que de rigurosidad epistemológica e histórica; aspectos éstos, que serian necesarios resolver –institucionalmente- en el mundo académico de la ciencia económica.

La ciencia económica basa su objeto de estudio en el principio de la escasez: necesidades y deseos humanos infinitos frente a recursos escasos. Ningún individuo escapa a esta realidad (o fatalidad). Por lo tanto, reconocer este principio, impone un imperativo ético: se debe utilizar los recursos de manera eficiente o racional. La solución de este problema, es el objetivo o campo de acción de la Economía y su condición de ciencia.

Es lógico pensar que, desde que apareció la especie humana en la faz de la tierra; éstos, desarrollaron actividades de consumo, producción e intercambio como formas de asignación de recursos para resolver sus necesidades y deseos. El desarrollo de estas actividades; desde sus formas primitivas hasta las modernas, de hoy, siguen constituyendo ámbitos de natural acción racional humana.

Por naturaleza, los individuos son racionales: toman decisiones y asignan recursos sí y solo sí, son beneficiosos (cuando el beneficio es mayor que el costo). Sin embargo, hay dos problemas que aclarar: gracias a la natural racionalidad humana; los individuos pueden crear riqueza neta; o, sólo hacer transferencias, en juegos de suma cero o juegos de suma negativos. La realidad construida por los individuos es racional; pero, cuando el balance de los costos y beneficios es económico (computando todos los costos y beneficios); no pueden ser considerados racionales, aquellas decisiones con resultados de suma cero o negativos. Para evitarlos, se hizo necesaria la formación moral de los individuos; pero, básicamente, gracias al invento del Estado; se acuerda reglas de juego al accionar humano, incluidas las asignaciones de recursos, para lograr que sean paretianos; o sea, no debe haber un perdedor.

La ciencia económica moderna (neoclásica); parte por reconocer la actividad económica humana como natural; y, al invento del Estado, como necesario para la vida y la convivencia social, en su condición de servidor. Son los individuos quienes deciden qué consumen, qué producen y qué intercambian. Se reconoce a esta conducta humana como formas de manifestación de la libertad (libertad de elegir). Al intercambio entre ofertantes y demandantes se le conoce como el Mercado. O sea, en el campo de las actividades económicas, la moral, junto a las normas que acuerda el estado para la sociedad; deben optimizar las acciones humanas: maximizar sus capacidades creadoras de riqueza (privada y social) y minimizar sus actividades de transferencia o destrucción de recursos; que generan perdedores. Garantizar el resultado paretiano, de las asignaciones económicas, le da un rol civilizador a la ciencia económica.

La Economía es una ciencia y el neoliberalismo es una doctrina política; e incluso, se cree que es una ideología. A diferencia de muchas otras ciencias; especialmente en algunos países en desarrollo, la ciencia económica no es respetada como tal; y, pretende ser un espacio de disputa ideológica y/o doctrinaria; incluso, entre economistas, con poca o nula formación académica en Teoría Economía (especialmente, Microeconomía) y Economía Pública, modernas.
Al igual que las otras ciencias, la Economía tuvo su proceso de evolución para llegar a su condición de tal. En su proceso de construcción, no sólo habrían influido todas las primeras formas de pensamiento y explicación (mitológicos, religiosos, escolásticos, ideológicos; etc.), incluida la filosofía; que las civilizaciones encontraron para sus problemas y soluciones; sino que, además, habría estado muy influenciada por los procesos y pensamientos políticos e históricos de las civilizaciones. Muchos, de estos aspectos, todavía la tienen marcada; e, influyen en ciertos sectores que no conocen la versión moderna actual de la teoría económica (especialmente microeconómica) y de las políticas públicas; especialmente, las asociadas a corregir los fallos del mercado; a través de sus funciones económicas de estabilización, asignación y redistribución.

Muchos de los principios y prescripciones científicas de la Economía, erróneamente son atribuidos a la doctrina neoliberal. Pero; también, a ésta doctrina, se le acusa de pretender hacer prescripciones económicas que no es sostenida por la ciencia económica. Desarrollaremos la principal y de mayor actualidad en el presente periodo; el supuesto argumento “neoliberal” de respetar el funcionamiento del “libre mercado” cuya vigencia debe ser natural y sin intervención del Estado; porque se regula solo, garantiza el equilibrio y logra el bienestar social. Al respecto, la ciencia económica, reconociendo el carácter natural de las actividades económicas; reconoce que, en ausencia de moral y reglas de juego, muchas decisiones económicas se realizarían en escenarios de mercados imperfectos; o, no competitivos, generando ganadores y perdedores. El modelo de mercado de competencia perfecta es teórico y útil para construir, desde reglas de juego acordadas desde el Estado, un escenario que garantice que las asignaciones de recursos escasos sean eficientes y paretianos. Es posible imaginar que la humanidad, en el Estado de la Naturaleza (antes del invento del Estado), ya tenía ciertas pautas morales para garantizar que el accionar humano (incluido el económico) garantice la vida social. Pero, fue el invento del Estado; la forma más eficaz de garantizarlo. Por historia, sabemos que las primeras reglas de juego, de importancia para la Economía, fueron: el respeto a la propiedad privada, honrar deudas, cumplir los contratos, monedas y productos fieles, etc. En la época moderna actual, las reglas de juego en la Economía se han ampliado a todas las formas de prevención, prohibición y solución de los denominados fallos del mercado: situaciones en que los mercados reales pueden no estar funcionamiento en el sentido óptimo de pareto; o sea, generando perdedores. Incluso, se acepta la intervención del Estado en la Economía por razones de equidad (caso redistribución); sin generar distorsiones ni abandonar los mecanismo de mercado. El proceso de intervención pública en la Economía; requiere de la construcción de una compleja institucionalidad económica; cuya eficacia evoluciona con el aprendizaje y el progreso teórico y social.

Creer que el “libre mercado” garantiza el equilibrio económico permanente es asumir que se tiene información perfecta y que los gobiernos no la distorsionan con políticas públicas erráticas. En la vida real, ante fallos de la información, las Economías son naturalmente cíclicas; no sólo como consecuencia de malas políticas publicas; sino porque, también, son permanentemente afectadas por los shocks (acontecimientos inesperados) que pueden ser positivos o negativos; y, son de diversa índole (económica, política, fenómenos y trastornos naturales, etc.). Es el natural carácter cíclico, del desempeño económico, la que ha generado la necesidad de que el Estado, cumpla funciones fiscales de estabilización.

A la creencia (neoliberal), de que el libre mercado garantiza el bienestar, la ciencia económica no la respalda. Sobre el bienestar, hay muchos juicios de valor relativos; y, constituye una aspiración social, más que un resultado económico. Las ciencias son incompatibles con los sentimientos y emotividad humana. Si la asignación eficiente (en sentido paretiano) de recursos escasos; sólo es factible en mercados competitivos; a, tal mecanismo, no se le puede requerir el bienestar o felicidad humana. El aporte de la Economía, a la inquietud humana por el bienestar, es el crecimiento económico sostenible; como su condición necesaria, pero no suficiente.

Es objetivo afirmar que el esfuerzo humano por crear conocimientos, siempre estuvo determinado por la imperiosa necesidad de resolver sus problemas (carencias, anomalías, pérdidas, etc.). Esto es bien nítido en el caso de la ciencia médica: si, en la vida real, las enfermedades no fueran ningún problema para los individuos y la humanidad; entonces, no habría ciencia médica ni sus profesionales. Si los individuos no tuvieran, naturalmente, necesidades y deseos infinitos; o, si naturalmente, utilizaran recursos escasos de manera paretiana; o, si los recursos fueran libres, abundantes y gratuitos; entones, no habría ciencia económica ni economistas.

El proceso de construcción de conocimientos especializados; ha evolucionado históricamente; desde sus formas mágico religiosas; pasando por el empirismo, ideologías, etc.; hasta el racionalismo y procedimiento científico actual. Además; en el caso de la ciencia económica, desde que se crea el Estado; ha sido influenciada por la política y los procesos históricos. Debido a lo anterior, sus primeras publicaciones, se conocieron bajo la categoría de Economía Política.

El desarrollo de las ciencias, como procesos de conocimiento de los problemas, en su relación causa – efecto; y, su capacidad de prevenir, resolver y/o predecir se ha hecho de manera especializada; pero, coordinada e integrada. Las ciencias, como formas de conocimiento objetivo, son incompatibles con toda forma de pensamiento no científico: ideologías, creencias, supersticiones, etc. ¿Cómo demostrar que la Economía ya es una ciencia? La epistemología, nos da luces a este respecto. Tener campo de estudio; un modelo teórico; la universalidad de sus premisas; y, la comprobable eficacia de sus soluciones y predicciones, que deben ser abiertas, son las características más importantes de una ciencia.

En Economía, el problema de la escasez de recursos es válido para todos los individuos. La solución paretiana, de tal problema, es su objeto de estudio. El escenario económico competitivo (Mercado de Competencia Perfecta); como el mejor mecanismo que garantiza la asignación paretiana de los recursos escasos; constituye su Modelo Teórico; y es científicamente construido. Igualmente, es cada vez mayor la eficacia de sus premisas e implicancias, asociados al aprendizaje y la construcción de una buena institucionalidad económica.
La ciencia económica moderna, en su proceso de construcción, se nutre de los conocimientos que aportan las ciencias, la filosofía y la política; modernas. En base a los conocimientos de las ciencias (biología, psicología, etc.), se acepta la condición humana como especie superior (concientizable) del reino animal; y, el respeto al carácter natural de su libertad, racionalidad, individualismo, etc. En base a la filosofía moderna, se acepta al Estado como un invento histórico, con carácter de servidor (no de amo), útil para garantizar la vigencia de la humanidad y la vida social; a través de sus facultades para acordar reglas de juego que garanticen resultados paretianos en la acción humana; y, haciendo de los individuos, hombres buenos; asociado a su formación moral. De la política moderna; la Economía, reconoce la necesidad de construir una institucionalidad (normas y acciones de gobierno) que permitan la adecuada gobernabilidad; evitando políticas que distorsionen o eliminen el funcionamiento de los mercados; y, que garanticen las decisiones libres de consumo, producción e intercambio de los individuos, dentro de reglas de juego. Reconocemos, en coincidencia con la doctrina liberal, que la construcción de un buen sistema político democrático es el escenario más adecuado para lograr la gobernabilidad.

Como toda ciencia, la Economía, es incompatible con las ideologías: sistemas cerrados de ideas dogmaticas (consideradas como buenas; sin mayor comprobación práctica); y, con premisas e implicancias que no permiten reconocer ni resolver los problemas humanos de manera eficaz ni sostenible. Son muchos, aun, los que creen que el objetivo de una ideología es ser la fuente que aporta una visión, un programa de acción y una ruta de salida para los problemas de la gente. Como forma de pensamiento y acción, las ideologías, forman parte de la evolución de las reflexiones humanas sobre el porqué de las cosas y los juicios de valor. Su existencia y vigencia tuvo su explicación más, en la ausencia de ciencia y tecnología -para conocer y resolver los problemas-; que, en su condición de fuentes y opciones validas para conocerlos y resolverlos. Por ser funcionales al voluntarismo y romanticismo humano (y no a la realidad), la coexistencia de varias ideologías, legitima las verdades relativas (que son ciertas en el terreno emotivo – especulativo); pero, que es contrapuesta al carácter universal (pero evolutivo) del conocimiento científico. El ocaso de las ideologías; no es debido a los contundentes fracasos de sus voluntaristas experimentos económico - sociales; ni, al supuesto triunfo e imposición de una “ideología única” (neoliberal). El fin de las ideologías; está marcada por la revolución científica y tecnológica, que viene proveyendo a la humanidad de conocimientos y técnicas eficaces y sostenibles para entender y resolver lo problemas humanos.

El tema de los sueños humanos se protagoniza en el –voluntarista- mundo político, cuyos protagonistas son los partidos políticos y los gobernantes. En los países desarrollados; aún, en condiciones de respetar y organizar –formalmente- el buen funcionamiento de los mercados competitivos; desde erráticas políticas económicas (especialmente monetarias y fiscales) los gobiernos generan déficits públicos y relajan la supervisiones o regulaciones (especialmente de los mercados financieros); generando endeudamiento público insostenible, inflación y desequilibrios económicos. En el caso de los países en desarrollo; junto a las distorsiones mencionadas (para países desarrollados), hay políticas redistribucioncitas que amenazan con intervenir e, incluso, reemplazar el mecanismo de mercado en base a controles, planificación burocrática y diversas prohibiciones. Dado que hay una creencia –aun extendida- de que la organización de una Economía es problema de “soberanía” y libertad de elección (de “modelos económicos”), la historia se ha - y está- encargando de demostrar cuán eficaces y sostenibles son los modelos económicos alternativos a la Economía de mercado. Pero, también, esta permitiendo –vía el aprendizaje- una mejor organización y desarrollo institucional de éste modelo económico; a través de la traducción en normas (constitucionales y legales) de las mejores prescripciones de la ciencia económica.

Finalmente; en cuanto al papel y rol de los Economistas, frente a su ciencia y las doctrinas o ideologías; lo coherente es que conozcan y defiendan los principios y teorías que encierra la ciencia económica; demuestren su ética profesional en la aplicación de sus prescripciones; y, que su pensamiento y practica política, sea coherente con los fundamentos epistemológicos y científicos de su profesión.