miércoles, 23 de diciembre de 2020

30 AÑOS DE LIBERAL (I)

 

30 AÑOS DE LIBERAL (I)

Carlos A. Dávila Rojas.

Aunque la vida personal no es de interés general, tratándose de un tiempo considerable de mi conversión (de socialista a liberal, 1990-2020), inicio una serie de 03 artículos, asociado a algunos determinantes y condicionantes del mismo; esperando deslindar con extendidas confusiones y falsedades sobre la militancia y la política.

En 1973, en plena dictadura militar del Gral. Juan Velasco Alvarado, mi familia se trasladó desde Combapata, Canchis, a la ciudad del Cusco. Crecí en una familia de tradición aprista, hasta 1972. En un contexto de dictadura y siendo, aún, niño, no era fácil desarrollar la política partidaria y sus adhesiones. Además, nadie nace; ni es, genéticamente, de izquierda o derecha. Las simpatías políticas se forman y cambian; en base a influencias, tradiciones y ciertos contextos personales, familiares o históricos, etc.

¿Por qué has cambiado?, es la pregunta que, desde abril de 1990, siempre me hacen muchas personas. Sin embargo, la primera pregunta debería ser, ¿Por qué fuiste? (niño y jovencito socialista, desde los 13 a 30 años). Ya en el Cusco, mi madre es captada a la izquierda por su primo hermano, de vieja guardia izquierdista; incluso con vivencias de guerrillero. Es por esta influencia familiar que empecé a repetir los eslóganes o frases genéricas, como: “defensa de los pobres”, “el paraíso socialista”, “la izquierda es de los pobres”; y, lo que es más clásico y generalizado: echar la culpa al rico, al empresario y al imperialismo yanqui de todos los males de la humanidad; y, plantear que todo lo puede y debe dirigir y resolver el estado.

El sistema socialista parecía una promesa real. Un tercio de los países del mundo desarrolló esa experiencia, desde 1917, hasta finales de los 80s. Era inmensa la propaganda que desarrollaban, ensalzando sus (falsos) logros. Luego, desapareció; hoy sólo quedan: Cuba y Corea del Norte, en medio de largas dictaduras, violación de derechos humanos; miseria y falta de libertades.

Desde los 70s, en nuestro país, considerarse socialista era parte de la moda política, sus respectivas generaciones jóvenes se adhirieron a esta opción confrontando con el aprismo; no había ni se conocía de ideas y líderes liberales. Luego de la influencia familiar, ésta se extendió en el Colegio y luego, en la Universidad. Todo lo anterior, es el contexto que determinó mi experiencia de niño y joven socialista, hasta el 8 de abril de 1990. En esa fecha, de elecciones Presidenciales, la izquierda se presentó dividida y sufrió una dura derrota electoral. No era cierto, que los pobres (más del 60%, en ese entonces) votan por la izquierda, esto es un mito muy difundido, hasta hoy, por los grupos de izquierda. Siempre milité en un solo partido pese a su permanente división. Era un pequeño grupo liderado, casi vitaliciamente, por Manuel Dammert Ego Aguirre; cuya última denominación fue Partido del Socialismo Mariateguista (PSM). En el espectro de la izquierda, desde 1980 hasta 1990, había pugnas entre las opciones de “ganar el gobierno” o “luchar por el poder”. El PSM, apostaba por ganar, electoralmente, el  gobierno .

Desde la dictadura militar (1968), el proceso inflacionario en nuestro país era ascendente y el estatismo e intervencionismo iban destruyendo nuestra economía. Toda la década de  los 80s, la perdimos. A lo anterior, se sumó al demencial accionar terrorista, de Sendero Luminoso y el MRTA, que destruyeron; aún más, nuestra economía y sociedad. A finales de los 80s, el Perú había colapsado en lo económico, social, político, etc. Aunque, ya había terminado de estudiar Economía, en 1982, no entendía que la inflación la generaba la emisión inorgánica de moneda; que los controles de precios generaban recesión y desempleo; que las empresas públicas son, inherentemente, ineficientes; que los monopolios privados y públicos abusan de los consumidores; que una economía cerrada no daba horizonte para la expansión y modernización de nuestra producción y las empresas; que, sin infraestructura y servicios nunca tendríamos competitividad ni progreso; etc. ,etc. Es más, no entendía que era una organización y funcionamiento competitivo de los mercados, sin monopolios ni mercantilismo; tampoco, comprendía, que era la democracia y el diseño republicano del estado. En el período de mis simpatías de izquierda; en lo fundamental, tuve fuerte activismo dirigencial universitario (contra la corrupción, mejor enseñanza, democratización y deslinde con grupos proterroristas). Apoyé, también, la organización y luchas campesinas (en Anta, Paucartambo y Ocongate) contra la Reforma Agraria de Velasco; específicamente, las tomas de tierras de las “Cooperativas Agrarias de producción”; las que se parcelaron, en beneficio de las familias de las Comunidades Campesinas, que incrementaron su acceso a la propiedad privada sobre la tierra. (Continuará).